El que tiene oídos para oír, oiga.—Mateo 11:15
Nunca estoy libre de nada a menos que lo haya resuelto con amor.
Ocuparnos de nuestros propios asuntos y no meternos en los ajenos es una ocupación continúa.
Cuando rehúso a perdonar, destruyo el puente sobre el que yo he cruzar, también , un día.
Es sabio sostener en nuestra mente el rótulo “se prohíbe la entrada” a todo pensamiento falto de amor y bondad, improductivo, inquieto y negativo.
Aquello que llega a mi sin yo habérmelo ganado, no es mío, y se escabullirá natural e inevitablemente.
Ha sido la experiencia de muchísima gente que las grandes tribulaciones de sus vidas se convirtieron, más tarde en bendiciones.
Cuando trato de recibir más y más, nunca me siento satisfecho; cuando doy, nunca me siento desprovisto.
Ninguna vida es realmente feliz hasta que es útil.
Mis posesiones eternas son las cualidades espirituales que he desarrollado en mi vida diaria.
Demasiado a menudo dejamos la oración para ciertas ocasiones, como para la noche, para servicios religiosos y así sucesivamente, cuando en realidad debe ser el aliento diario del alma.
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